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miércoles, 23 de octubre de 2013

Las visitas al hospital


 


Hace escasos días mi amiga Rosalía (la de la foto no es mi amiga) ha tenido su segundo hijo. Precioso, por cierto, igual que su hermano mayor, Raúl, que es un niño simpatiquísimo. Risueño, como ambos padres, que son bellísimas personas.
Mi enhorabuena para ambos, lo primero, y mis mejores deseos y ¡mucha energía para criarlos!

Y no he ido a verlos.
No porque no me apetezca, que me apetece y mucho, ni porque no le tenga cariño a esa familia, que se lo tengo, y mucho también.
No he ido a verlos por convicción.
Y claro, así se lo he explicado a ellos, porque no quiero que se sientan ofendidos. Igualmente lo quiero explicar aquí ahora, para que, entendiendo mis motivos, quizás algunas personas cambien sus actitudes.

Mi convicción consiste en no entrar en el hospital si no es realmente muy importante.
Claro que cuando trabajaba en el hospital, era necesario, para mi economía doméstica, de hecho. Y conforme entraba, lo primero era ir al vestuario a cambiarnos de ropa, como hace todo el personal.

Pero desde que no trabajo en el hospital, si entro, es como paciente o como acompañante.
Cuando mi hija se partió el fémur el año pasado pasé algunos días en el hospital, y en cuanto pude, pedí prestados un pijama y unos zuecos. La suerte que mi hospital como usuaria y como profesional sean el mismo...

Pero intento no ir a visitar a personas ingresadas. Tiene que ser una circunstancia que lo haga inevitable. Y eso es precisamente por las personas que están ingresadas.
Cada uno de los visitantes vamos pasillos arriba y abajo, entramos y salimos de las habitaciones. Creo que casi ninguno se lava las manos al entrar. Es deporte nacional saltarse los controles de visitas por parte de los celadores.
Y con todo esto llegamos a ver habitaciones de hospital con visitantes amontonados, no caben sentados, y se distribuyen por los filos de la cama, apoyados por las paredes, charlan y charlan, a veces con el paciente, a veces entre ellos.

Cada uno trae MICROBIOS en sus manos, en su respiración, en su ropa, en sus zapatos. Y los va dejando por todas partes a su paso. Si en una habitación hay diez visitas en lugar de dos, puedo garantizar que el RUIDO de la conversación se convierte en contaminación acústica. Molesta a los pacientes, a todos. Al que vas a visitar lo vuelves loco, RECUERDA QUE ESTÁ ALLÍ POR UN MOTIVO, y también molestas a los de las habitaciones contíguas. Dificultas la labor de los trabajadores del centro, por el simple motivo de que OCUPAS ESPACIO.

Luego está el tema de los "detalles". Clásicos, flores y bombones. Las flores sueltan pólenes y suciedad, pueden desencadenar reacciones alérgicas en personas sensibles, y recuerda que allí hay muchas personas. El chocolate casi seguro que no está incluido en la dieta del paciente ingresado.

Y éstas son las cosas que tengo en cuenta antes de ir a visitar a una persona ingresada en un hospital. Por eso no he ido a visitar a Rosalía y a conocer a Manuel. Porque ellos saben que de corazón estoy a su lado, y que si me quieren allí no tienen más que decirlo. Pero mientras, no necesitan mis microbios ni que, junto con otras muchas personas, consuma el oxígeno de su habitación. Seguro que no está sola, tienen cientos de personas que los adoran, y encima es fin de semana. Iré a visitarlos cuando estén en casa, cuando desaparezcan los que van "a cumplir". No le llevaré flores para no crear un bebé alérgico, ni bombones que Rosalía no querrá comer por recuperar su estupenda figura lo antes posible. Por cierto, Rosa, lo que hablamos en Bornos, el "gimnasio para madres lactantes" está listo para que vengas cuando quieras. Mejor les llevo unas botellas de caldito de puchero, o de carne guisada, unos tomates o unos huevos de campo, para que congele y no se tenga que preocupar de cocinar al menos unos días, que al fin y al cabo tener un hijo es una paliza para el cuerpo y tiene que recuperarse.

2 comentarios:

  1. ¡Y yo que pensaba que el cartel de la puerta de 'Prohibido visitas' lo habíamos puesto para fastidiar! Si es que no tiene sentido que por la mañana echemos a los familiares de la habitación. Total, sólo descubrimos las heridas quirúrgicas, se lava a los pacientes, se hacen preguntas a veces indiscretas... y para ello tampoco hace falta echar a los pobres familiares que tras un mes de ingreso del paciente siguen esperando 'pacientemente' a que se les eche de la habitación. Es que los médicos de Hospital somos muy nuestros, ya se dijo en otra ocasión.

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    1. Maniáticos, eso es lo que sois. Antipáticos, y poco comprensivos.Toda la vida erre que erre con lo de la higiene, y los cirujanos...¡los peores! Por no decir nada de la obsesión con que los usuarios lleguen a entender cómo funciona el hospital, a falta de que lean los carteles...

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